El edificio inteligente también es un inmueble multifuncional desde la recepción hasta las salas de reunión. Y no solo para sus ocupantes “oficiales”.
El smart building ofrece una oportunidad inédita de observación y experimentación de los usos profesionales, e incluso de los nuevos y futuros estilos de vida. Las herramientas digitales y el trabajo con los datos permiten el seguimiento, la medición y el análisis de los comportamientos y las prácticas de los usuarios de los edificios, en tiempo real y a lo largo del tiempo.
“Nunca antes los actores del sector inmobiliario habían dispuesto de semejante nivel de información para configurar una propuesta de servicios que dé respuesta a unos usos y necesidades cada vez más complejos, al ser cada vez más exigentes en términos de flexibilidad”, señala Philippe Conus, director de Building Solutions y director de Innovación en VINCI Energies.
Flexibilidad, escalabilidad, modularidad: estas son las características subyacentes a todo proceso de innovación en el sector inmobiliario terciario. Este planteamiento no está exento de riesgos, inherentes al peso del sector. Los desafíos y las inversiones que implica son ingentes y cada “salida en falso” puede resultar altamente perjudicial en términos económicos y medioambientales.
«Los métodos de trabajo están evolucionando, al igual que los usos, y el edificio inteligente debe acompañar estos cambios. Pero debe hacerlo de forma sencilla»
En este caso, el principal enemigo de la innovación es sin duda la propia innovación. En un momento en que el conjunto de la sociedad expresa una necesidad urgente de austeridad digital, hay que tener cuidado con la tentación de hacer valer una visión hipertecnicista de la transformación digital. Los conceptos de modularidad, escalabilidad y flexibilidad deben seguir siendo prácticos para los usos e inteligibles para la comprensión.
“Los métodos de trabajo están evolucionando, al igual que los usos, y el edificio inteligente debe acompañar estos cambios. Pero debe hacerlo de forma sencilla”, advierte Emmanuel Prod’homme, director de proyecto VINCI Energies a cargo de la planificación de Archipel, futura sede del Grupo VINCI.
No habrá interoperabilidad de sistemas ni escalabilidad de equipos sin fluidez en los usos. Hay que dejar de lado lo superfluo, los gadgets. Incluso cuando es modular, el edificio inteligente debe estar ante todo al servicio de quienes lo “habitan”, desde el acceso al inmueble hasta las salas de reuniones, pasando por los lugares de trabajo. Empezando por la recepción, un espacio que, siguiendo la lógica de la modularidad, no está únicamente reservado a los visitantes, sino que ofrece una combinación de usos que lo convierte, por ejemplo, en punto de encuentro informal de los trabajadores de las empresas con sede en el edificio.
En cuanto a los espacios de trabajo, deben incorporar y aplicar una sutil ecuación entre apertura y personalización. “Tendremos que jugar de forma inteligente con las divisiones de espacios, su número, su forma, sus materiales, apostando por la presencia de sensores y el análisis de los datos de ocupación para así anticipar las necesidades de planificación de los espacios y, a la vez, lograr que las modificaciones no afecten a los ocupantes”, subraya Emmanuel Prod’homme.
Por otro lado, el diseño de los espacios de trabajo debe incorporar un nuevo parámetro: la higiene. Las reglas de distanciamiento social se están imponiendo en todos los entornos públicos. Así, los espacios de trabajo independientes prevalecerán sobre las mesas bench de cuatro o seis puestos. Las salas de reuniones, equipadas con sistemas de conferencias en línea o pantallas táctiles para responder a múltiples usos, deberán disponer de tabiques móviles que permitan ampliar o reducir el espacio en función del número de participantes. En este sentido, tal como señala Emmanuel Prod’homme, es esencial la facilidad de uso de los equipos: “La experiencia demuestra, por ejemplo, que un tabique móvil automático se usa mucho más que uno manual”.
Hoy en día, la modularidad del smart building reside más en la aceptación de un uso mixto que en la transformación de la propia estructura (excepto en los espacios de trabajo, por la posibilidad de modificar las divisiones y de trasladar los lugares de trabajo y los equipos). De todos modos, la próxima fase del edificio inteligente bien podría ser la de la modularidad “de obra”), es decir, la modularidad de la construcción (véase el recuadro).
“El encuentro de actividades y públicos en un mismo edificio no solo es posible, sino que es consustancial a un edificio que cumple con las especificaciones técnicas urbanísticas, incluyendo desde su diseño aperturas a la ciudad; a sus calles, comercios y estaciones”, destaca Philippe Conus.
De este modo, el proyecto de Archipel en Nanterre, que en 2021 acogerá a sus ocupantes y visitantes, se enmarca en un conjunto inmobiliario mucho más extenso, compuesto por edificios de oficinas (74.000 m²), 90 terrazas (que podrán usarse para comer, reunirse, trabajar o descansar), varios comercios (1.500 m²) y un hotel. Diseñado como una serie de islas interconectadas e interdependientes, conectadas unas con otras mediante pasarelas, el complejo reivindica de entrada una porosidad con la ciudad circundante y la red de transportes. Un inmueble modular en una ciudad cada vez más móvil y adaptable.
17/12/2020