¿Se generalizará la toma de temperatura sin contacto a empleados o visitantes a la entrada de los edificios, como se está haciendo durante la crisis de la COVID-19?
Encontrar termómetros a la entrada de los edificios podríaparecer descabellado hace tan solo algunos meses, pero la llegada de la pandemia ha despertado el interés de directores de empresas, gerentes de establecimientos abiertos al público o proveedores de servicios de ingeniería eléctrica por los dispositivos que permiten detectar automáticamente la fiebre en empleados y visitantes, para así limitar los riesgos de propagación del virus.
«Hay varias tecnologías disponibles. Las necesidades no son las mismas en una planta industrial, una residencia geriátrica o un aeropuerto»
Cuando se alcanzó el pico de la pandemia y gran parte de Francia estaba confinada, algunas empresas que seguían activas ya habían optado por tomar sistemáticamente la temperatura a la entrada de sus instalaciones mediante termómetros frontales sin contacto accionados por un operador que se situaba a tan solo unos centímetros de las personas controladas.
Para llevar un poco más lejos esa ausencia de contacto, fabricantes de diversas partes del mundo apostaron por la producción de termómetros totalmente automáticos, colocados en un trípode o montados en soportes.
“En el mercado hay varias tecnologías disponibles, desde simples termómetros sensibles hasta cámaras térmicas acopladas a arcos detectores de metales. Las necesidades no son las mismas en una planta industrial, una residencia geriátrica o un aeropuerto”, explica Julien Ferron, gerente de GTIE Rennes, empresa de VINCI Energies especializada en ingeniería eléctrica, que ha instalado un aparato en la entrada de sus instalaciones para promoverlo entre sus propios clientes.
Ventajas y obstáculos
No obstante, hoy en día, la toma de temperatura fuera del domicilio se topa con varios obstáculos. El potencial de tolerancia social a este tipo de dispositivo es bajo, especialmente en Francia. En primer lugar, en las empresas: los casos que, desde un primer momento, se han llevado ante las instancias representativas de los trabajadores, o incluso ante los tribunales, defienden la necesidad de un acuerdo previo a la decisión de instalar estos mecanismos.
En segundo lugar, desde el punto de vista puramente legal, no está claro que el despliegue en lugares públicos de cámaras térmicas, que registran las radiaciones infrarrojas emitidas por las ondas de calor corporal, no suscite reservas entre los que defienden la protección de las libertades individuales, incluso si se trata de dar respuesta a importantes retos sanitarios.
Pero también es cierto que el sistema presenta numerosas ventajas. En primer lugar, puede actuar como un primer filtro a la propagación de elementos infecciosos. En segundo lugar, puede tranquilizar a las personas que trabajan en los lugares controlados o que los visitan. Y, por último, no es muy costoso.
“Un aparato de gama básica puede costar algo menos de 1.000 €, a lo que habría que añadir un pequeño sobrecoste por el servicio técnico si se decide conectarlo a un control de acceso (apertura de puertas). Y la mayoría de los dispositivos son portátiles”, precisa Julien Ferron.
17/12/2020